miércoles, 8 de diciembre de 2010

Escopetas policiales y militares (I)

Hace 15 años algunas voces profetizaban el fin del uso de la escopeta como arma militar y policial, reemplazada, al igual que se pensaba de los subfusiles, por carabinas de asalto; sin embargo esto no ha sido así. Bien es cierto que la escopeta tiene muchas limitaciones y que ciertamente su concepto no ha evolucionado mucho desde comienzos del siglo pasado pero, como veremos, la munición especializada que para ella se fabrica sí lo ha hecho, permitiendo que estas armas sigan ofreciendo excelentes cualidades tanto defensivas como ofensivas, y una fiabilidad y sencillez de uso parejas a las del revólver.
Texto: Juan Pablo Lasterra / Fotos: archivo autor, salvo indicadas
* Este artículo incluye 24 imágenes con sus correspondientes comentarios en la edición impresa del número 297.

The shotgun team from Weapons Company, Battalion Landing Team, 2nd Bn., 2nd Marines, prepare to fire simulated "bean bag" rounds at aggressors during riot control training in Prizren Kosovo.

La mayoría de estudios sobre el tema coinciden en que el primer uso extendido de la escopeta como arma militar se dio durante la Guerra Civil norteamericana entre unionistas y confederados. Se trataba de modelos de caza de martillos externos. Los primeros colonos ya las habían encontrado útiles para la defensa de sus recién adquiridos territorios y habían sido usadas también en batallas tan famosas como la defensa de El Álamo y la de la posterior derrota mexicana en San Jacinto (1836). Estas escopetas se siguieron usando durante las guerras posteriores contra las diferentes tribus indias. Podríamos aventurarnos a decir que la escopeta de caza de dos cañones fue también una de las primeras armas utilizadas por las primitivas compañías privadas de seguridad, al aparecer en manos de conductores o asistentes de las diligencias, muchos de los cuales recortaban sus cañones. Los capitanes de barco mercante también solían estar armados con ellas, para usarlas en caso de amotinamiento o para repeler abordajes.

Las escopetas estuvieron también en las manos de los soldados yankees durante la breve guerra que mantuvieron contra España en 1898 y los posteriores combates que hubieron de librar contra la insurgencia filipina. En esta ocasión se usaron escopetas de corredera Spencer 1882 (la primera de su tipo en fabricarse en los EE.UU.) y Winchester M1897. La aparición de este último modelo, de seis cartuchos, supuso el primer gran salto hacia un arma con características adecuadas a un uso por parte de los profesionales, ya que su cañón fue expresamente acortado para satisfacer los requerimientos del U.S. Army. Por ello las Spencer fueron relegadas paulatinamente a la custodia de prisioneros conforme se llegaba al nuevo siglo.

Los “fusiles de trinchera”


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En la Primera Guerra Mundial el cuerpo expedicionario estadounidense enviado a Francia eligió la escopeta como el arma ideal para que los “doughboys” despejaran trincheras durante los asaltos. Los modelos más comunes fueron las Winchester M1897 y M1912 (que había sido utilizada con anterioridad en la expedición del Brigadier General John Pershing contra Pancho Villa en 1916) y las Remington M10 y M11 (esta última una copia de la semiautomática Browning Auto-5). Todas ellas recibieron el nombre popular de “trench gun”. Se estima que se utilizaron hasta 50.000 de estos “fusiles de trincheras” durante toda la campaña. En ellos vemos ya el uso de los primeros complementos específicos, como la banda ventilada sobre el cañón y un adaptador para fijar la bayoneta. También se creó un macuto especial, el M1918, para portar de forma ordenada hasta 25 cartuchos del calibre 12.

Como diría el actual presidente Bush “según rumores oídos en los internets” el 27 de septiembre de 1918 el sargento Fred Lloyd se internó solo en un pueblo ocupado por los alemanes y comenzó a limpiarlo metódicamente de enemigos a base de postazos salidos de su M1987. Tras unas horas de pelea sin tregua, el bravo sargento se derrumbó exhausto. Había dejado fuera de combate a treinta soldados enemigos.
La aparición de la escopeta semiautomática en manos estadounidenses aportó también un eficaz “elemento sorpresa” en los combates. El Marine Mark B. Ski relataba en un fragmento de sus memorias la puesta en servicio de las Remington M11: “el Cuerpo necesitaba algo mejor que el fusil Springfield, algo que causara un auténtico shock en los alemanes. El fusil ametrallador BAR no nos sería entregado hasta el año siguiente, así que debíamos utilizar otra cosa mientras tanto.

Sugerí al Estado Mayor utilizar un arma que había visto en una cacería en manos del hijo del Comandante, pues era algo que nos proporcionaría la ventaja. Browning había inventado una escopeta accionada por gases y Remington la había comenzado a producir en cantidad. Podía ser alterada para amoldarse a nuestras necesidades con un cañón de 24 pulgadas y un cargador aumentado. Además se podía calar una bayoneta para los combates cuerpo a cuerpo, conservando así la munición. Era más ligera que el Springfield y sólo se debía armar una vez para disparar sus cinco cartuchos. El uso de nueve postas de 00 hacía que no tuviese mucha importancia la zona del cuerpo donde impactasen, ya que a corta distancia podías estar seguro de que el soldado enemigo iba a quedar incapacitado o muerto. Y si fallabas a larga distancia podías corregir y repetir el tiro al instante”.

El mismo marine relata también los terribles efectos de este modelo en el combate del bosque de Belleau, uno de los más encarnizados del USMC en toda su historia: “nadie disparó antes de la señal y estuve muy orgulloso de que nuestros chicos no se amedrentaran. Los alemanes esperaban el “crack” producido por la descarga de los Springfield del .30-06 así que no estaban preparados para el ensordecedor rugido del calibre 12. Ellos nos acertaban con una bala mientras que nosotros les dábamos con nueve cada vez, convirtiendo en jirones sus uniformes y a los que los vestían. Pasados diez segundos estábamos a 65 metros de su posición y desencadenamos un fuego infernal.

Los alemanes caían a derecha e izquierda, intentando accionar los cerrojos de sus fusiles, mientras que el arma de Browning les devolvía cinco por uno. La escopeta cumplió de forma casi mágica su cometido y aquellos alemanes a los que no les habíamos volado la cabeza tenían unas heridas en el pecho y el estómago como no habíamos visto antes. Todo estaba ensangrentado y estas visiones nos removían el estómago, pero continuamos luchando. A aquellos a los que no les había-mos disparado sin misericordia les dimos a probar el sabor del frío acero de las bayonetas”.

Alemania, que había capturado a dos soldados de infantería estadounidenses armados con las Winchester M1897 y postas de 00 en sectores diferentes del frente, protestó en septiembre de 1918 ante el uso de estas escopetas argumentando que la Convención de La Haya de 1907 las prohibía al ser armas que disparaban proyectiles múltiples y expansibles y que causaban daños innecesarios al impactar.

El Estado Mayor alemán amenazó con considerar a todo soldado enemigo capturado de la misma forma que los dos anteriores como criminal de guerra. Sobre el desenlace de este incidente y los pormenores a cerca de la consideración de la escopeta como un arma militar prohibida por la Convención de la Haya les ofrecemos un recuadro específico en este mismo artículo. Al final de la contienda, Estados Unidos tenía 19.600 ejemplares de la M1987, los cuales se destinaron a labores de custodia de prisioneros y del correo.

La escopeta se populariza


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Al mismo tiempo, la escopeta empezó a ser también popular entre los cuerpos de policía estadounidenses y las agencias federales. Así como la escopeta militar recibió el apodo de “trench gun”, los modelos utilizados por la policía fueron bautizados como “riot guns”, es decir, “escopetas para disturbios”, aunque en realidad ambos modelos no se distinguieran mucho, pues también los policías adoptaron en grandes cantidades la bayoneta y la banda ventilada. Los agentes pronto comprobaron que disparar postas sobre las cabezas de los manifestantes no resultaba una medida muy popular, debido a que, lógicamente, se producían frecuentes tragedias…

Durante la época de la ley seca y del renacimiento del bandolerismo, policías y gangster utilizaron profusamente escopetas. Las automáticas, muy particularmente los modelos salidos de la genial mente de Browning, eran muy apreciadas. Ahí tenemos las fotos que los famosos delincuentes Bonnie Parker y Clide Barlow se hicieron de recuerdo, posando entre otras, con una Auto-5 a la que habían recortado la culata y el cañón y con una Stevens 520.

La pareja murió en 1934 a manos de los Texas Rangers, que utilizaron a su vez para emboscar el coche de los ladrones varias escopetas semiautomáticas y de corredera cargadas con postas y un fusil ametrallador BAR. En las fotos que nos han llegado mostrando los traslados de otros conocidos forajidos, como las de George “Metralleta” Kelly, vemos que la policía empleaba una mezcla de escopetas automáticas de caza y subfusiles Thompson.

En la II G.M. los militares estadounidenses volvieron a emplear escopetas, especialmente durante las campañas europeas posteriores a Normandía y la del Pacífico. También enviaron varios miles de ellas como ayuda militar a Gran Bretaña. En esta época aparecieron en los escenarios bélicos las Stevens 520 y 620, las Ithaca 37 y las Savage 720, aunque se siguieron utilizando al mismo tiempo los viejos modelos de la Gran Guerra. Las limitaciones de los cartuchos de papel se hicieron evidentes en el Pacífico, dado que la humedad los hacía prácticamente inservibles, y aunque desde la I G.M. se habían empleado con la vaina construida totalmente en latón, habría que esperar hasta 1959 para ver las primeras de plástico.

La elección de la escopeta como arma individual también traía consigo, por su peso, el dilema de deshacerse del rifle o la carabina, por lo que el soldado no dispondría de un arma para disparos a larga distancia. Para solucionar esto, cada escuadra asignaba a un solo hombre el uso de la escopeta.

En Corea se utilizarán también los mismos modelos mencionados, principalmente en tareas de seguridad de los puestos de mando y para la protección a corta distancia de las posiciones de ametralladoras. Los asaltos en masa chinos y norcoreanos contra las posiciones estadounidenses y británicas propiciaron, para contrarrestarlos, la invención de la famosa mina Claymore, que dispersa en un amplio abanico frontal dirigido hacia el enemigo 760 bolas de acero de 10.5 grains. En esa década la escopeta comienza a ser utilizada ya de manera habitual en los coches patrulla de los departamentos de policía estadounidenses, que hasta entonces la guardaban en la armería para casos especiales y para la represión de motines o manifestaciones violentas.

El conflicto de Malasia (1948-60) supuso la entrada en servicio de la escopeta en el Ejército Británico, particularmente en las unidades encargadas de realizar patrullas y en las fuerzas especiales del SAS. Los modelos utilizados fueron la Webley Greener GP, monotiro y accionada por palanca al modo del rifle Martiny Henry y, muchísimo más difundidas, las semiautomáticas Browning Auto-5. A veces los soldados recortaban el cañón de estas últimas, pues eran modelos de caza ya que nunca se fabricó uno específico para el combate. Se recibieron quejas sobre el tiempo que se tardaba en municionar completamente el arma y sobre algunas interrupciones en los modelos a los que se les había practicado la mencionada operación.

Pese a ello, el Ejército Británico realizó un informe en 1952 sobre su eficacia, llegando a sugerir que reemplazaran a las ametralladoras ligeras en las patrullas. A distancias de 30 metros, decía el informe, la probabilidad de acertar a un enemigo con una escopeta era de dos de nueve, de una de nueve con un fusil de asalto y de una de ocho con un subfusil en ráfaga automática. También se

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alababa que los proyectiles del 00, viajando a un tercio de la velocidad de una bala de fusil y con un pobre coeficiente balístico, disminuían el riesgo de sobrepenetración. Finalmente las altas instancias desecharon la idea, alegando que el uso de la escopeta había respondido a un tipo de combate puntual y de difícil repetición. Pero estas Browning volverían a aparecer en el conflicto de Borneo (1963) y en el de Rodesia que comenzó en 1968. La policía londinense, por su parte, no adoptaría escopetas hasta marzo de 1972: dos variantes de la Savage 69 y otra de la Viking Arms SOS para disparar cartuchos de gas CS, reemplazadas en enero de 1977 por las Remington 870.

En Vietnam la escopeta no fue dejada de lado. Muchos de los ejemplares usados en Corea habían sido vendidos posteriormente en el mercado civil, por lo que se compraron las Remington 870 Mark1 y Model 31 y las Stevens M77E para completar de nuevo los arsenales. La cantidad se estima, según diversas fuentes, entre 70 y 100.000, una parte de las cuales se ofrecieron a las tropas sudvietnamitas y australianas. A los efectos de la humedad, que fue de nuevo un problema, se le unió la constatación de que la densa maleza detenía muchas veces la mayoría de las postas antes de alcanzar su blanco. Para aumentar el poder letal se comenzaron a utilizar “flechettes”, cartuchos cargados con dardos de acero. Algunos soldados recurrieron de forma individual a una técnica más “sucia” cuya puesta en práctica había quedado prohibida oficialmente. La operación consistía en abrir los cartuchos y sustituir las postas por monedas de 10 centavos, cuyo diámetro se ajustaba perfectamente al del calibre 12. También se creó un par de proyectiles especiales para el lanzagranadas M79. El primero lanzaba 27 postas de gran tamaño y el segundo 45 “flechettes”, lo que convertía al M79 en una poderosa escopeta de 40 mm.

Durante los últimos años de este conflicto surgieron los primeros ensayos para crear una escopeta específicamente militar y de fuego selectivo, aunque los ingentes gastos bélicos en otro tipo de materiales obligaron a cancelar el proyecto que Maxwell Atchisson había comenzado en 1972. Hoy en día, como veremos en próximos capítulos, ese modelo primitivo ha evolucionado y vuelve a estar de actualidad. Los SEAL, por su parte, adquirieron una pequeña cantidad de semiautomáticas Remington 7188, una muy rara versión de la 1100 con cañón de 20 pulgadas y banda ventilada, extensión tubular de tres cartuchos y fijación para bayoneta. La misma 1100 daría más tarde lugar a la 11-87P, de gran éxito en el mercado policial.

Durante comienzos de los 70 surgieron también las primeras modificaciones especialmente concebidas para las escopetas policiales, como los acabados de gran resistencia, las culatas plegables o la completa desaparición de las mismas sustituyéndolas por un pistolete de forma anatómica. Se llegó también a la creación de modelos muy compactos, ideados para ser llevados de forma discreta bajo un abrigo. Al mismo tiempo, los modelos fabricados por Remington, Hig Standard, Smith & Wesson o Mossberg fueron llegando a Europa, aunque de manera muy lenta, ya que la escopeta era considerada por muchas agencias policiales como un arma “excesiva”. Pero la aparición al mismo tiempo del fenómeno terrorista interno e internacional propició que las unidades especiales tomaran “cariño” a estos modelos, pues veían en ellos una eficaz respuesta a muchas de sus preguntas tácticas. Así podemos ver que ya en sus primeros años de existencia el GSG9 alemán tenía en servicio las H&K 512, el GIGN galo las Smith & Wesson 3000, Remington 870 y Mossberg 500, la Brigade Diane belga las Hig Standard 8113 y el SO19 británico las Remington 870, por poner unos ejemplos.

Inspiraciones destinadas al fracaso


El avance en las municiones permitió que la escopeta fuese ganando terreno en aplicaciones “complementarias”, pues además de para neutralizar terroristas o delincuentes se podían usar también para reventar puertas, proyectar artefactos antidisturbios, crear distracciones momentáneas… Esto llevo a una todavía mayor generalización de su uso, al mismo tiempo que resurgían con más fuerza los proyectos de crear un arma decididamente militar, ya que los modelos en servicio o bien eran modelos civiles estándar o bien simples modificaciones de los mismos.

A comienzos de los 70 encontramos una primera novedad extremadamente interesante en la High Standard Model 10B. Con un diseño ultracompacto “bullpup”, este modelo semiautomático contaba incluso con un asa de transporte abatible y con una arandela para acoplar una linterna táctica, un auténtico adelanto para su tiempo. Los SEAL de la US Navy, el Servicio Secreto y algunos departamentos de policía estadounidenses fueron los primeros en adoptarla, aunque en pequeñas cantidades. Hoy día se sigue utilizando de manera muy parcial, dado que su cargador alberga tan solo cuatro cartuchos y tiene fama de imprecisa. Desde el 2000 ha aparecido en manos de los Buzos Tácticos y de la Infantería de Marina argentina y de los agentes antidisturbios de la policía turca.
En 1978 el Departamento de Defensa (DoD) estadounidense solicitó a Mossberg la conversión de su modelo 500 Persuader Police, naciendo el 590 Milsgun (por Military Specifications Shotgun), que contaba con un armazón de acero fosfatado, cargador tubular para 8 cartuchos, cantonera de goma con ventilaciones, banda protectora sobre el cañón y engarce para bayoneta.

Al mismo tiempo, este fabricante lanzó el modelo 500 Bullpup, para aquellas unidades que buscasen un arma muy compacta. Un año después el DoD comenzó un proyecto mucho más avanzado, el Close Assault Weapon System (CAWS). Este “Sistema de Arma de Asalto Cercano” debía disparar munición del calibre 12 que no necesitase de mucha puntería para alcanzar el blanco, cosa que debía hacer de forma efectiva hasta los 150 metros. Los contendientes debían presentar también diversos tipos de munición, incluidas las antiblindaje y las de baja letalidad.

Al exigente proyecto CAWS se presentaron dos contendientes. Olin y H&K proponían un modelo bastante similar en apariencia al malogrado fusil de asalto G11, con un cargador de 10 cartuchos, compuestos por veinte dardos cada uno. AAI planteó por su parte un modelo evolucionado del proyecto de Atchisson antes citado, con un cargador de 12 cartuchos, cada uno de los cuales contenía ocho “flechettes”. Pese a los buenos resultados obtenidos al comienzo de los ensayos, el DoD canceló el proyecto CAWS ante el recorte de los presupuestos por el fin de la Guerra Fría.

Pese al fracaso del proyecto, al menos dos fabricantes decidieron que se debía seguir probando suerte porque consideraban que había todavía mercado para un arma similar. Nacieron así la Jackhammer de Pancor y la AS de Smith & Wesson. El fusil-escopeta de S&W tenía una silueta semejante a la de un M16 que se hubiese excedido en el uso de anabolizantes. Se proyectaron tres versiones diferentes: semiautomática, semiautomática con ráfagas de tres disparos y completamente automática con cadencia de 375 disparos por minuto.

El cargador de 10 cartuchos podía llevar cualquier munición del calibre 12, incluidas las creadas para el proyecto CAWS. Los militares estadounidenses mostraron nulo interés hacia el arma, que pesaba casi seis kilos, por lo que ésta cayó en el olvido. El modelo de Pancor presentaba una silueta de “arma espacial”. De concepción “bullpup”, utilizaba un cargador rotativo precargado de 10 cartuchos y su asa de transporte llevaba alojado un sistema de puntería.

Los cartuchos salían de su enorme bocacha con una cadencia de 240 por minuto. Corrió la misma suerte que el modelo de S&W.
Otros creadores tomaron buena nota de estos fracasos y probaron fortuna con modelos más sencillos y no tan “arrogantes”. En Sudáfrica nació la Striker, un modelo original de Armsel que ha ido siendo producido paulatinamente por otros fabricantes, cambio de nombre incluido. Semiautomática, con cargador rotativo de tambor de 12 cartuchos, empuñadura delantera y culata plegable, la Striker no tuvo mucho éxito comercial en el mercado policial o militar (últimamente la hemos visto en manos de los comandos chilenos desplazados en Haití y en algunas unidades especiales sudafricanas), pero cuenta con su público en el mercado civil local y estadounidense, donde recibe el inquietante nombre de “barredora de calles”.

También se realizó una versión de cañón corto, cuya empuñadura delantera hacía las veces de mecanismo de corredera. Un segundo fabricante sudafricano intentó introducirse hace una década en el mercado profesional con su modelo MAG-7, una especie de “Uziescopeta” que recibió críticas destructivas por parte de las revistas especializadas estadounidenses.

A finales de los 80 la surcoreana Daewoo presentó a su vez la USAS-12, operada por gases y que contaba con cargadores de tambor o petaca, selector de tiro y asa de transporte. Los folletos publicitarios de la época proclamaban su uso por parte de agencias federales y militares estadounidenses y por varias naciones asiáticas no especificadas, aunque este autor no ha podido encontrar ninguna información oficial o fotografía que lo confirme. Otro proyecto con el denominador común de “fracaso” fue la brasileña Enarm Pentagun, cuyo cargador rotatorio de 5 cartuchos se inspiraba en el revolver Webley Fosbery británico de la Primera Guerra Mundial. •

¿Un arma militar "prohibida"?

Ya hemos comentado la reacción del Estado Mayor alemán en septiembre de 1918 al extenderse por parte de sus enemigos el uso de la escopeta, y es curioso que fuera precisamente esta nación la que utilizara al mismo tiempo, y por primera vez en una contienda, los gases letales, no teniendo en cuenta ninguna contemplación “humanitaria” al respecto.

La reacción estadounidense rechazó de plano la protesta diplomática alemana, interpretando que el texto de La Haya no consideraba la escopeta como un arma contraria a las leyes de la guerra y que los efectos de las postas podían ser comparados a los causados por la metralla o las descargas de las ametralladoras… aunque en una intensidad menor. Así que tras un minucioso examen del texto internacional, el Secretario de Estado Robert Lansing, que era a su vez el Juez Abogado General del U.S. Army, envió a los alemanes una nota formal en la que hacía saber su completo desacuerdo.
 
La guerra terminaría seis semanas después sin que hubiese una respuesta alemana. Tampoco está registrada ninguna otra captura durante ese tiempo de más soldados con escopetas, ni del posible cumplimiento de las prometidas represalias alemanas en tal caso. De esa forma la escopeta se siguió utilizando en todos los campos de batalla hasta el día de hoy, aunque las cuestiones sobre la legalidad de tal uso han resurgido esporádicamente.

En 1993 el gobierno alemán publicó un nuevo manual sobre las leyes de la guerra, basado en la convención de 1907, en que se prohíbe a los soldados alemanes “usar balas que se expandan o aplanen fácilmente en el cuerpo humano. Esto se aplica también al uso de las escopeta, pues su munición causa un similar e injustificado sufrimiento desde el punto de vista militar”. Desconozco el tipo de munición que usan hoy en sus escopetas H&K 512 y Remington 870 los infantes alemanes en misiones exteriores, así como las utilizadas por las fuerzas especiales del KSK (Benelli M4 Super 90) y los buceadores de combate (H&K 512), pero el caso es que estas armas siguen en servicio pese a lo dicho en el manual.

En 1997 el U.S. Army redactó un documento, por medio del Asistente Especial para Asuntos de Leyes de Guerra, con relación al programa Joint Service Combat Shotgun Program, en el que se abundaba sobre este aspecto. En primer lugar, se especificaba que la nueva escopeta iba a ser utilizada “en conflictos armados internacionales e internos y en operaciones militares distintas a la guerra” con lo que se dejaba claro implícitamente que la posición estadounidense sobre el asunto seguía siendo invariable casi 80 años después del incidente diplomático con Alemania.

A continuación se ofrecía una historia de cómo la escopeta había sido siempre un arma “de defensa antipersonal”, desde el trabuco de mediados del siglo XVI hasta los actuales modelos. Se resaltaba el uso permanente y continuo de proyectiles múltiples para disparos a cortas distancias, indicando que la disminución del uso de estas armas en el siglo XIX se debió a la aparición de fusiles capaces de disparar balas a largas distancias y de forma muy precisa, pero no a cuestiones legales o morales. Tras repasar de modo escueto su uso en el siglo XX, el estudio concluía que en más dos siglos de empleo continuo no se podía encontrar una sola evidencia de que una nación hubiese descartado la escopeta militar por considerarla inconsistente con las leyes de la guerra.

El quid de este análisis era responder a la pregunta de si un arma capaz de infligir múltiples heridas a un solo combatiente le causaba de ese modo “heridas superfluas”, prohibidas por las leyes de la guerra. Por una parte, señalaba el informe, el Artículo 23(e) del anexo de la Convención de la Haya de 1907 indica que se prohíben aquellas armas “que causen sufrimientos innecesarios” o, en otras traducciones de la época, “daños superfluos”. El estudio entiende que ninguna de las dos definiciones es lo suficientemente clara, pues no explica cómo determinar este nivel de daños y su justificación, poniendo como ejemplo que un fusil de asalto pueden causar una incapacitación más grave o una mortandad mayor que una escopeta si se utiliza a cortas distancias: “el hecho de que un arma cause heridas o muerte no lleva a la conclusión de que cause también heridas innecesarias o que sea ilegal per se (…) La ley de guerra prohíbe el sufrimiento innecesario, lo que es a la vez un reconocimiento de que en el combate existe también un sufrimiento necesario. (…) Lo que se prohíbe es el diseño, modificación o empleo de un arma con el propósito de causar sufrimiento desproporcionado, por encima del necesario para los fines militares”.

También se volvía a resaltar que al fin y al cabo las descargas de armas automáticas, las minas Claymore y antipersonales y la metralla de granadas, morteros y proyectiles de artillería, mucho más frecuentes en el campo de batalla moderno que las escopetas, habían convertido en extremadamente habituales las heridas múltiples, las cuales causan en su mayoría mucho más sufrimiento que las de las escopetas.
También, el informe no consideraba que la expansión de las postas al salir del cañón y al impactar en el cuerpo humano fuese similar a las de una bala expansiva, prohibidas por la primera Convención de la Haya en 1899, pues su deformación es mínima. Por lo tanto, la conclusión final era que las postas mezcla de plomo y antimonio eran perfectamente conformes a todas las leyes de la guerra, y por lo tanto las escopetas también.